Néstor Saiace

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ALGUNAS OPINIONES CRíTICAS

 

 

“Néstor Saiace se vuelca más que nunca a la nostalgia (los viejos cafés, el “music hall”, la retreta) y los impregna de una suave y conmovedora hermosura, patinándolos como si su mano fuese la del tiempo, y otorgándole una bellísima vibración espiritual. Cuadros perfectos, los suyos.”

César Magrini, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 3 de junio de 1990.

 

“Hace tiempo que vengo siguiendo, cada vez con creciente interés, las muestras de Néstor Saiace, artista serio, trabajador y profundo. Con escasas excepciones y desde hace un par de años aproximadamente, Saiace se ha pronunciado por un intimismo con perfiles un tanto expresionistas primero, claramente naturalistas después. En el fondo es un elegíaco. Porque canta primordialmente los viejos cafés, su particular atmósfera, sus personajes estáticos, hieráticos casi, como participantes de un oscuro, de un silencioso conjuro. Claro que todo esto tiene que ver con el tema, y el tema, ya lo decía Brahms, es secundario; lo que importa es saber qué hacer con él. Vaya si Saiace lo sabe. Ritualmente casi, su pintura, que va sabia y progresivamente de la sombra a la luz, hace que el visitante se asome al tiempo que fue; tiempo cuyas arenas han fluido, es cierto, pero no sin dejar sus reverberantes testimonios. Magnífica pintura la suya. Eco o trasunto de una sensibilidad impar, que detiene la mirada, introspectiva, en el territorio de los propios recuerdos – el “vert paradis” del que hablaba Baudelaire – y que hace, generosamente, que el visitante comparta esas visiones. ¿Qué cosas es un pintor? Entre muchas, el que enseña a ver. 0 a revalorar lo que uno cree haber visto. Y el que, como en su caso, devela la oscura, prácticamente invisible trama de los sueños, y la convierte en palpable, en deslumbrante realidad.”

César Magrini, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 28 de junio de 1984.

 

[Néstor Saiace]… “en pocos años ha consolidado su oficio de tal manera, conservando frescos el talento, la imaginación y los dones para pintar, que puede ya ubicárselo, con toda fluidez, entre los nombres más valiosos y más representativos de su generación. Ha progresado, especialmente, en su manejo de la luz – los temas siguen siendo, predominantemente, las fachadas o los interiores de un café, de una sala de té – a partir de la cual el entero cuadro adquiere la plenitud de su valor, como si los distintos elementos que lo integran fuesen siendo paulatinamente rescatados en función de esa misma luz, ha aminorado todavía más los efectos cromáticos, y flota, en la casi totalidad de sus trabajos, un expresionismo de raíces nostálgicas, prueba de que para Saiace la vida … [es una] … sucesión de sombras, fugaces, algunas, estáticas las otras, con su carga de soledad, con su vado, e incluso también con su hastío. Sensaciones que despierta una pintura que, coma la suya, se va enriqueciendo cada vez más, por la soltura, siempre parca, de la línea, y por esas fluctuaciones apagadas, amortiguadas del color, en estampas de un tiempo que fue, y que milagrosamente, gracias a las muy especiales aptitudes del creador, permanece como inmerso en sí mismo, fuente de una experiencia estética de múltiple y vigente raigambre.”

César Magrini, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 10 de agosto de 1982.

 

“Saiace indaga con su acostumbrada gama baja en los recovecos, por así decirlo, que dan forma a las figuras y las cosas con la mas riesgosa manera que es la mancha y. guiado instintivamente por el sentido del color, la tela se va cubriendo de esa pátina que otorga a la escena su condición de elemento de apreciación óptica, evitando así el clásico peligro de lo literario en este breve y pintoresco universo. A veces, cuando se descubre que en la persecución del tono buscado se han superpuesto sucesivas capas de color, se comprende de qué manera conscientemente tenaz – ostinato rigore – , sin abandonar la lucha, el artista construye el armazón de sus cuadros con la pasión de un obseso.”

Eduardo Baliari, El Economista, Buenos Aires, 6 de agosto de 1982.

 

“Néstor Saiace presenta óleos en Wildenstein, que muestran cafés, densamente pintados, con empastes gruesos, en tierras, en ocres, en beige, etc., y con ocasionales toques de colores brillantes. Son cafés de ensueño, evocaciones del pasado, ya desaparecidos muchos de ellos, o que todavía existen sólo porque el corazón y la imaginación de Néstor les da la vida. Estos son lugares donde se conversa tranquilamente, donde se cambian ideas, donde uno se encuentra con alguien, fuma una pipa o un cigarrillo, o lee el diario a la luz plateada que se filtra a través de los cristales de una puerta o de una ventana de estilo “art nouveau”. Los cuadros se intitulan “Interior de un café italiano”, “Aux Deux Magots” (París), “Viejo café Tortoni” (Buenos Aires), “Taberna” (Atenas). Hay un dejo de Daumier o de Manet en la masa de las formas y en el contraluz. Nos llega una reminiscencia de Marcel Proust, de su “A la Búsqueda del Tiempo Perdido”.”

Thelia C. de Behar, Buenos Aires Herald, Buenos Aires, 27 de julio de 1981.

 

“Una anterior exposición de Saiace nos introducía en los cafés, mejor calificados aún como cafetines, con esa atmósfera brumosa de lugares acaso no del todo profilácticos para el reuma de la moral; allí donde las parejas de bailarines cumplían el rito sensual acicateado del tango, el alcohol, el presunto drama de la soledad, y especialmente el abrazo con la mujer. Ahora insiste en un tema que por lo visto no solamente lo apasiona, sino que efectivamente le otorga los más diversos matices para que pueda permanecer en el clima de la interpretación puramente plástica.

“Pero no solamente ha encontrado el apoyo en los cafés porteños, que van hasta la evocación del antiguo Tortoni, sino que de sus viajes por distintos países nos trae idénticas impresiones de Francia y Grecia, por ejemplo, lo que nos da una idea de la universalidad de este aspecto de la vida ciudadana. Café o taberna, Saint Germain, La Tour o Magog (sic.), el café es un aspecto pintoresco y ritual de las ciudades y los hombres que trasciende hacia una múltiple posibilidad expresiva de manchas, colores y formas.”

Eduardo Baliari, El Economista, Buenos Aires, 17 de julio de 1981.

 

“La luz – que en su caso no es penumbra – de las atmósferas de los cafés, le permite ensayar ese dominio que tiene en la pincelada que al mismo tiempo que dota de color a las formas, las define. 0 en su caso podría decirse mejor que las desdibuja hasta hacerlas fundir con el ámbito. Porque Saiace no necesita perseguir la figura humana o las cosas hasta encontrarles su exacta definición representativa, sino que nos aproxima a ellas mediante la impresión de que van cargadas sus anotaciones conformando la integridad ambiental. No es tampoco un pintor de manchas, como podría suponerse, sino un artista que provoca a nuestra imaginación, motorizándola para el encuentro con mas de una posibilidad en cada enfrentamiento con el cuadro. Es decir que el cuadro no se agota nunca y pervive en sí mismo.

“Contornos inciertos y espacios no definidos dan marco a las cosas que así se exaltan por el color, no por las formas identificadoras. El contraste entre las formas y la manera en que son representadas, produce esa sensación dramática de lo poético, si por ello entendemos que se ha llegado andando el camino más corto – o el que le es propio al pintor – a la esencia de lo que propone, ya sea una partida de billar o la actuación de un conjunto musical.

“Hay una fuerza contrastante comunicativa en su color, en sus colores, y hasta bordea milagrosamente los límites del expresionismo, tendencia en que no puede encasillárselo porque hay una diferencia fundamental de contenido entre su pintura y la manifestación exultante de la escuela fauve. A ese error puede inducir también la sensualidad de su paleta, dominada precisamente en el instante en que puede dejar prevalecer el instinto sobre su humildad comunicante.”

Eduardo Baliari, El Economista, Buenos Aires, 30 de noviembre de 1979.

 

“Mucho es el camino recorrido por Néstor Saiace desde su última muestra. Alguna influencia ajena ha desaparecido por completo, su lenguaje es ahora propio, ahondado, y de una madurez sorprendente. Sus óleos se ven en la Galería Wildenstein (Córdoba 618): mejor, más justo, sería decir que se los contempla. Porque eso exigen, perentoriamente: que se los contemple sin prisa, para poder así ingresar, lentamente, al mundo que proponen. El diseño se ha afirmado, se ha concentrado, ha ganado en nitidez, en definición, pero sin perder algo importantísimo en sus cuadros actuales: el parecido a una vaga atmósfera de niebla. Lo mismo le sucede con el color: se ha vuelto hacia adentro, en gamas bajas pero por demás elocuentes, enriquecidas hasta un punto que asombra (en especial, cuando trabaja con ciertos púrpuras, con algunos lilas, obtiene los efectos más seductores que se puedan imaginar); luego, hay algo como una armonía gestual en su dominio de la materia, del empaste, que aprovecha los mínimos reverberos de la luz, convirtiéndola, a veces incluso por ausencia, en la gran protagonista del cuadro. Fiel a sus temas predilectos, los ha empero revestido de un ropaje fulgurante (y en esto nada tienen que ver las escalas cromáticas utilizadas o sus respectivos valores), que hiere, como la mas filosa de las espadas, ya que sus obras transmiten la sensación de estar inmersas en aguas quietas, inmemoriales, y al mismo tiempo hendiendo, de manera incesante, obstinada, el siempre esquivo recuerdo. Curioso contraste el de esta pintura ya levantada, ya mayor: convierte en permanente lo fugaz, y no abandona, empero, el movimiento. Mucho es lo que cabe esperar, de ahora en adelante, de la pintura de Néstor Saiace, justamente porque mucho, y radiante, y único, es lo que acaba de dar.”

César Magrini, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 29 de noviembre de 1979.

 

“El color de [sic] la disposición innata de Saiace: aún en los registros más bajos y riesgosos logra una matización muy amplia. Este dominio de las gamas y del matiz hace suponer que “planta” la obra con tintas muy saturadas, trabajando sobre ellas por superposición. Así obtiene ese clima sugerente y emocional de “Noneto” o “Billar I”, con oportunos acentos en la pincelada a veces cargada de materia, como un exabrupto, o con deliberada sequedad en los trazos que diagraman la composición. La connotación musical pasa por la rítmica de sus contrastes, por la ejecución de la obra, por las acentuaciones de algún perfil abreviado en síncopa. Tanto da que el tema aluda o no a un motivo virtualmente musical, porque su estructura y articulación lo son, genuinamente.”

Elba Pérez, Convicción, Buenos Aires, 28 de noviembre de 1979.

 

“Estar frente a los cuadros de Néstor Saiace … nos hace sentir que aquí se encuentran las obras de un maestro que no quiere otra cosa “que irradiar un sentimiento”. La intimidad del ambiente (con música y jugadores de billar) es para Saiace un buen pretexto para representar lo claro y lo obscuro de tal forma que el espectador inmediatamente se siente identificado con sus cuadros.”

Argentinisches Tageblatt, Buenos Aires, 25 de noviembre de 1979.

 

“Lo importante …de Néstor Saiace es, que no obstante notársele algunas influencias pictóricas (estudió con Urruchúa y Julio Barragán entre otros), ha logrado encontrar su propio camino, al trascender las fuentes, e identificándose con una materia y un color que en cierto modo desbordan las formas, de ahí, que en ocasiones debe controlarlas con un trazo potente. De ese modo obtiene imágenes vigorosas y espontáneas, al entablar una suerte de competencia entre la sensibilidad del color, y la estructura del sugerente dibujo. Por eso diseña con el color impetuosamente, sin entrar a considerar detalles. El impulso de la creación lo arrebata de sí, dejando una impronta de franqueza. Eso sucede tanto en los paisajes como en las figuras solitarias o en conjuntos. Al pintar en diversas obras “orquestas”, la dinámica de la música pareciera animar la composición confiriéndole su ritmo armonioso a los trazos, paralelos, contrapuestos, oblicuos o curvados e inmersos en una variedad de matices y sutilezas plásticas, que van dando un cariz muy personal a su obra.”

Hernández Rosselot, La Razón, Buenos Aires, noviembre de 1976.

 

“Néstor Saiace, artista dueño de una paleta vibrante, colorida, de sensible sustancia, que construye sus obras basado esencialmente en la función expresiva del color.
“Sus composiciones, si bien poseen violentas oposiciones, fuertes contrastes, son armónicas, fluidas y cromáticamente amables, aunque exaltan, con transfiguradora libertad, a la manera de los “fauves” y de los más exacerbados expresionistas, la materia, la forma y el color.”

Aldo Galli, La Prensa, Buenos Aires, noviembre de 1976.

 

“Una pintura sensual, rica de materia y realizada con una paleta desinhibida, dentro de los lineamientos que podrían ser caros a un Del Prete o a Julio Barragán, es la de este pintor que da cuenta en cada uno de sus trabajos de un rico temperamento y de una muy estimable espontaneidad. “Casamiento en Tropea”, uno de los mejores cuadros de la exposición, arrastra la carga poética de las obras realizadas con una aparente frescura y espontaneidad propias de quien tiene un seguro dominio del oficio.”

Angel Bonomini, La Nación, Buenos Aires, noviembre de 1976.

 

[Saiace] … “se manifiesta a través de óleos potentes, definidos, en los que el color estalla como lo que es, una explosión de vida, y el diseño, asimismo, una turbulenta, pero no caótica, modalidad de existir. Saiace pinta (desnudos, interiores, paisajes, naturalezas muertas, marinas) tal como siente, y esa es su primera y muy alta lección: la de una autenticidad sin dobleces. Por eso, sin dudas, conquista como lo hace. Por su lenguaje, exuberante y directo, por su sana y comunicativa alegría de vivir (y en muchos casos, de[s]bordante plenitud), por su fe y su confianza, palpables de inmediato en sus cuadros, puestas en todo cuanto lo rodea, pero también porque hay en sus óleos un estilo que se afirma ya definitivamente, una seguridad que elude la imitación o las repeticiones, y una forma de captar (y de transmitir) sensaciones, estados de animo, vivencias, que cautivan en su pujanza, que demoran en torno de él el entusiasmo y la plenitud ,y que constituyen, en esencia, un luminoso y ejemplar canto a la vida.”

César Magrini, El Cronista Comercial, Buenos Aires, 23 de noviembre de 1976.

 

“Néstor Saiace, discípulo de Urruchúa y Julio Barragán, se contagia de ellos la preocupación por lo social y el buen color, además del paisaje sensible y las naturalezas muertas inmersas en un mundo a veces próximo a Torrallardona. Con todas estas benéficas apoyaturas ha logrado independencia en el lenguaje, personalizándolo y avalándolo por una ponderable calidad plástica.”

Hernández Rosselot, La Razón, Buenos Aires, 31 de agosto de 1975.

 

 

 

 

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